LEON LEWBAUM

La cafetera desprende un agradable olor cuando atravieso el umbral de la puerta del modesto estudio de Adrián González, cuyo seudónimo, Leon Lewbaum, extrajo de la novela Los Premios de Julio Cortázar hace unos años, tras identificarse en algunos puntos con este personaje literario. Decidió entonces utilizarlo para su estudio de diseño de producto, algo que realiza en su -poco- tiempo libre pero que sigilosamente va cogiendo peso en su carrera profesional.

Arquitecto de formación, hace también las funciones de interiorista, de diseñador de producto, de fotógrafo, de diseñador gráfico o de diseñador web. Es autodidacta, curioso, modesto, entusiasta y nervioso. Obsesionado con las formas, me cuenta que su inspiración llega de grandes personalidades como Brancusi, Noguchi, Klee, Ellsworth Kelly, Matisse, Isaac Díaz Pardo o Calder, entre otros muchos. Nombres que puedo apreciar en los lomos de varios libros de gran tamaño que reposan en su estantería.

Adrián transforma esa obsesión en objetos-escultura que siempre tienen una función. Y recalca el siempre. Lámparas, espejos, pedestales, asientos o láminas que adornan sus paredes son parte del catálogo que puede apreciarse en su web, donde mezcla diseño, fotografía, imagen, literatura y poesía. Un espacio inspirador por el que es recomendable pasear y disfrutarlo con calma.

Los materiales, parte vital en todas sus creaciones, son tratados con sus propias manos en un proceso completamente artesanal, trabajando cada pieza que conforma los objetos con sumo cuidado y delicadeza. Latón, mármol, piedra, madera o hierro son algunos de los que más utiliza. Materiales sinceros con los que consigue un resultado escultórico.

Su proceso de creación comienza con un pequeño boceto cuando una idea llega a su cabeza. De ahí surgen decenas de nuevos bocetos, apuntes y notas que acaba perfeccionando hasta dar con las proporciones adecuadas. Entonces pasa toda esa información a programas informáticos más complejos que le permiten apreciar la escala y observar el objeto desde diferentes perspectivas. Llegan los primeros prototipos, en los que sigue afinando los puntos más delicados y hace las primeras pruebas de funcionamiento, para seguir mejorando, si hiciese falta, el que será el resultado final.

Adrián también ayuda a hacer realidad las ideas de sus clientes, con los que trabaja mano a mano en el proceso para exprimir al máximo la creatividad de ambas partes. Nos cuenta que disfruta mucho con cada encargo, algo que siempre supone un nuevo reto y que enriquece el resultado final gracias a la experiencia y conocimientos que aporta cada persona.

Su trabajo se organiza por series de productos, en las que ubica cada uno de ellos en función de los materiales e intenciones con los que se han diseñado. Toda una labor de pensamiento en la que nada queda al azar y donde cada objeto, a nuestro parecer, es susceptible de reposar en un hogar o en las mejores galerías de arte de nuestro país. Aunque a Adrián no le guste llamarlo arte.


· Diseño: Leon Lewbaum
· Fotografía: Leon Lewbaum



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